En 1992, al término del Decenio de las Naciones Unidas para los Impedidos (1983-1992), la Asamblea General proclamó el día 3 de diciembre Día Internacional de las Personas con Discapacidad. El Decenio había sido un período de toma de conciencia y de medidas orientadas hacia la acción y destinadas al constante mejoramiento de la situación de las personas con discapacidades y a la consecución de la igualdad de oportunidades para ellas. Posteriormente, la Asamblea hizo un llamado a los Estados Miembros para que destacaran la celebración del Día, y así fomentar una mayor integración en la sociedad de las personas con discapacidades. En el año 2017 de este mismo día, las Naciones Unidas recibe la bandera de la discapacidad, creada meses antes (Wikipedia).
¡Sí somos capaces!
Por Juan Gonzalo Botero Botero*.
Por efecto de una enfermedad, aún no diagnosticada incluso, y varios sucesos relacionados con ella, de muchas luchas, médicos y clínicas hace ya 11 años empecé a usar a mi compañero inseparable: un scooter o silla de ruedas eléctrica.
Lo reconozco, en mis épocas de niñez veía a quienes usaban una silla de ruedas con cierto temor y raridad. En mi juventud nunca pensé, porque fui un gran deportista, que ¡a mí me podría pasar!
Estudie mi carrera y vivía montado en una bicicleta. Eso sí nunca miré a nadie con ojos de discriminación, sí de pesar porque me parecía muy duro estar así.
Pero nadie conoce los caminos de Dios y… ¡Él había decidido que a mí me tocaría la discapacidad, es más, me iba a tocar sufrirla y vivirla! Al principio fue muy duro; empezar a depender de una silla, necesitar ayuda para muchas cosas, encontrar miles de barreras porque infortunadamente vivimos en una sociedad que no está preparada para atender las necesidades de quienes tenemos una situación de discapacidad. En Colombia, las rampas son escasas en los edificios, sitios de recreación y, en general, en la mayoría de los lugares públicos y privados. Los baños adecuados se ven en centros comerciales y uno que otro restaurante, ayudas visuales y auditivas prácticamente no existen, pero lo que es aún más grave es la cultura de la inclusión, de la atención prioritaria y adecuada escasea en la cabeza de muchos colombianos. Todo esto hace que la situación para quienes la vivimos sea aún más difícil.
Por eso, hoy con este escrito quiero llegar a las conciencias de muchos colombianos para decirles que quienes tenemos una situación así no somos bichos raros, somos más capaces que cualquiera. Es más, ¡tenemos una visión más amplia de situaciones que una persona normal no ve! Ceder puestos en la fila de un banco, en el ingreso a un restaurante, facilitar infraestructura para acceso a lugares públicos y privados, respetar los parqueaderos y las zonas azules y crear puestos de trabajo para personas en condición de discapacidad; por solo mencionar algunas acciones, debería ser lo normal para empezar a crecer en ese objetivo de ser una sociedad y un país más inclusivo.
Ese es mi llamado hoy en el Día Internacional de las Personas en Condición de Discapacidad.
Después de tantos años, puedo decir que hoy la estoy viviendo, que mi mejor amiga es mi discapacidad y que seguiré dando todo para que este país entienda que quienes la sufren y quienes la vivimos somos más capaces que los que no.