La Organización de las Naciones Unidas –ONU– considera que, “conseguir la igualdad de género y empoderar a las mujeres no solo es lo correcto, sino que es un ingrediente fundamental en la lucha contra la pobreza extrema, el hambre y la desnutrición”.
Según la FAO, en promedio, las mujeres representan algo más del 40 % de la fuerza laboral agrícola en los países en desarrollo, pudiendo llegar a más del 50 % en determinadas partes de África y Asia. Sin embargo, se enfrentan a una discriminación significativa en lo que respecta a la propiedad de la tierra y el ganado, la igualdad de remuneración, la participación en la toma de decisiones de entidades como las cooperativas agrarias, y el acceso a recursos, crédito y mercado para que sus explotaciones y granjas prosperen.
Todo ello se traduce no solo en el empeoramiento de su calidad de vida, sino en un obstáculo mundial para acabar con la pobreza y el hambre ya que, si las mujeres tuvieran el mismo acceso que los hombres a los recursos, la producción agrícola en los países en desarrollo aumentaría entre 2,5 % y 4 % y el número de personas desnutridas en el mundo disminuiría aproximadamente entre un 12 % y un 17 %.
Sin embargo, como señala ONU Mujeres, las campesinas sufren de manera desproporcionada los múltiples aspectos de la pobreza y pese a ser tan productivas y buenas gestoras como sus homólogos masculinos, no disponen del mismo acceso a la tierra, créditos, materiales agrícolas, mercados o cadenas de productos cultivados de alto valor. Tampoco disfrutan de un acceso equitativo a servicios públicos, como la educación y la asistencia sanitaria, ni a infraestructuras, como el agua y saneamiento.
Las barreras estructurales y las normas sociales discriminatorias continúan limitando el poder de las mujeres rurales en la participación política dentro de sus comunidades y hogares. Su labor es invisible y no remunerada, a pesar de que las tareas aumentan y se endurecen debido a la migración de los hombres. Mundialmente, con pocas excepciones, todos los indicadores de género y desarrollo muestran que las campesinas se encuentran en peores condiciones que los hombres del campo y que las mujeres urbanas.
El Día Internacional de la Mujer
En el mundo existe el Día Internacional de la Mujer (8 de marzo) y, de manera específica, el Día Internacional de la Mujer Rural (15 de octubre de cada año), este último, según resolución aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 18 de diciembre de 2007. Este mes, de justo homenaje al género femenino, a todas las mujeres y niñas, resaltamos también la importancia de la mujer rural (incluida la mujer indígena), de las que más de 30 % del género representan la participación de la mujer en el campo, como personas clave para un mundo sin hambre ni pobreza.
Este Día Internacional, bajo el tema «Las mujeres rurales cultivan alimentos de calidad para todas las personas», apreciemos la labor de estas heroínas en la lucha contra el hambre, tal cual marca el reto 2 de nuestros Objetivos de Desarrollo Sostenible (Hambre Cero), y reivindiquemos unas zonas rurales en las que estas agricultoras y ganaderas, muchas de ellas parte de la economía informal y simultáneamente mantenedoras de sus hogares, puedan contar con las mismas oportunidades que los hombres
El Departamento Administrativo Nacional de Estadística –DANE–, las mujeres rurales en Colombia invierten 90 % de sus ingresos en bienes domésticos y educación que mejoran el bienestar de sus familias, cifras que coinciden con otros estudios internacionales y regionales (Latam) que confirman el rol clave de las mujeres en la sostenibilidad de los hogares y de sus comunidades.
Según Manuel Otero, director general del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura –IICA–, la reivindicación histórica de la equidad de derechos de las mujeres, que el mundo conmemora todos los años (8 de marzo), tiene razones, significado y sentido. En primer lugar, por una estricta noción de justicia, y también, porque más mujeres participando y liderando, en la producción, la economía, la vida institucional, la investigación y la asistencia técnica, garantizarán un aumento en la dinámica de crecimiento y una contribución a la sostenibilidad ambiental y social en todas las áreas.
“Es, por otro lado –asegura Otero–, (el Día de la Mujer) una demanda prioritaria en la Agenda 2030 para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), la hoja de ruta que ha buscado poner en el centro a las personas, el planeta, la prosperidad, la paz y la cooperación; la oportunidad de avanzar en un nuevo escenario de desarrollo, que explicita el desafío de alcanzar la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y las niñas”.
Este escenario exige que la paridad de género sea una cuestión transversal a toda y cualquier acción emprendida. A su vez, construir esa paridad, demanda transformaciones en materia de educación, acceso a oportunidades, participación política, redefinición de estrategias institucionales y la generación de nuevos espacios de decisión, favoreciendo la construcción de ámbitos inclusivos en entornos urbanos y rurales.
La visibilización de la diferencia de oportunidades entre hombres y mujeres, junto con la comprensión de sus particularidades regionales, estimula la proposición de acciones más efectivas.
Para muchas mujeres, por ejemplo, el trabajo en actividades rurales es considerado como una extensión del trabajo en el hogar, y sus contribuciones a la actividad productiva en el medio rural están subregistradas, pese a que 43 % de la población mundial dedicada a la agricultura está compuesta por mujeres que desempeñan múltiples roles en extensas jornadas de trabajo.
De los 58 millones de mujeres rurales que viven en América Latina y el Caribe, 17 millones están registradas como económicamente activas y solo 4,5 millones son consideradas productoras agrícolas. Ellas son responsables de la producción del 51 % de los alimentos en la región y pese a eso, un 40 % no tiene ingresos económicos propios, solo el 10 % cuenta con acceso al crédito y únicamente el 5 % accede a programas de asistencia técnica.
Sumado a esto, es importante destacar que las emergencias globales acentúan aún más las desigualdades de género. Es por eso que la producción de iniciativas sensibles al género adquiere también un sentido de mayor urgencia tras la pandemia de la covid-19, que profundizó problemas en la transversalización de género en políticas y programas, mientras los datos de los mercados laborales muestran que la recuperación avanza a una mayor velocidad en los puestos de trabajo ocupados por hombres que en aquellos que ejercen mujeres.
En opinión de Manuel Otero, “la pandemia no solo frenó los avances hacia la paridad de género, sino que, además, generó nuevas barreras para las mujeres, sobrecarga de trabajo no remunerado, tareas adicionales de cuidados y pérdidas de ingresos y empleo, aumentando la brecha de género en la fuerza de trabajo.
Por eso, resulta imprescindible que las estrategias de recuperación contemplen el agravamiento de estas brechas y que la reversión de esa realidad establezca un diseño con perspectiva. “Debemos tener en cuenta el poder que el acceso a Internet, a las redes de comunicaciones y a la información general poseen para favorecer el reingreso de las mujeres en el mercado laboral”, dijo el director general de IICA.
Según IICA, es esta una conmemoración importante, pero más que eso, de creación de conciencia sobre la importancia de la equidad y los derechos de la mujer. “Es hora de asumir en plenitud en la región la responsabilidad de llevar adelante una agenda en favor de la inclusión plena y traducirla en políticas efectivas”.
El acceso a la tierra y la propiedad, junto con la inclusión social y productiva de las mujeres, resultará en condiciones más ecuánimes de género que permitan alcanzar todas las iniciativas necesarias para construir una mejor sociedad en América Latina y el Caribe, con impacto en la igualdad sustantiva que buscamos.
Terminó afirmando que, “las nuevas tecnologías fomentan la difusión de conocimientos y reducen las distancias sociales, creando un escenario de renovados desafíos y oportunidades para empoderar a las mujeres”.
Cierre de brechas de género en Colombia
“La inclusión económica, la equidad laboral y el cierre de brechas de género es un compromiso de Colombia que nos permitirá impulsar la reactivación económica segura y garantizar el desarrollo como sociedad”, aseguró María Ximena Lombana Villalba, ministra de Comercio, Industria y Turismo de Colombia.
A pesar de que la reactivación económica del país ha permitido una reducción en el desempleo femenino de 3,6 puntos porcentuales entre octubre y diciembre de 2021 comparado con el año anterior, según el DANE, aún son muchos los desafíos que deben enfrentar las mujeres del país en materia de inclusión económica y laboral.
Es por esta razón que los programas y políticas públicas que ejecuta el MinCIT con sus entidades adscritas están: Mujeres más Productivas, Reactivación Comercial para Micronegocios y el Fondo de Mujer Emprende, tienen un enfoque de género con el objetivo de cerrar las brechas, especialmente en los sectores más vulnerables del país.
La ministra destacó que el programa Mujeres Más Productivas, que se realiza a través de Colombia Productiva en alianza con Fenalco y Bavaria, se trabaja en el fortalecimiento y liderazgo empresarial femenino, apropiación digital, infraestructura e inclusión financiera para mujeres tenderas. En 2021 fueron atendidas 15.177 mujeres y este año se proyecta atender 7.750 más.
En el caso del Fondo Mujer Emprende, apoyado por el Ministerio de Comercio a través de iNNpulsa, se han aprobado inversiones misionales por $16.000 millones para promover, financiar y apoyar el emprendimiento, formalización y fortalecimiento empresarial de las mujeres, con la meta de llegar a más de 2.500 beneficiarias y a más de 100 proyectos productivos en el ámbito rural y urbano.
Entre los logros de las entidades adscritas al Ministerio de Comercio en temas de equidad de género, se destaca el trabajo del Fondo Nacional de Garantías –FNG–, que entre 2018 y 2021 atendió a través de sus líneas y productos a 460.000 mujeres que se han beneficiado con créditos garantizados por un monto superior a los $4,4 billones.
En el caso de la Superintendencia de Industria y Comercio, el año pasado atendió a 21.173 mujeres en su oferta de formación para los ciudadanos, a través de jornadas académicas y a otras 6.597 en cursos virtuales. Y a través del Programa de Formación Exportadora en Turismo, del Programa de Formación Exportadora de bienes y Servicios y en Fábricas de Internacionalización fueron atendidas 35.600 mujeres durante 2021.
En inclusión y bancarización hay un gran aporte de las mujeres en favor de la igualdad de género
Según la Asociación Bancaria y de Instituciones Financieras –Asobancaria de Colombia–, el sector financiero ha mostrado un compromiso social permanente, como sector privado, de avanzar en materia de equidad de género; reduciendo brechas salariales, apoyando su inclusión al sistema financiero y construyendo un país sostenible, en el que haya oportunidades para todos.
Prueba de esta estrategia de equidad, el BBVA en Colombia ha hecho una apuesta importante por la transformación digital de la banca y detrás de estos desarrollos hay un talento humano liderado por mujeres. El área de tecnología e ingeniería de la entidad han sido ejemplo de ello, en los últimos dos años la incorporación de mujeres a este campo creció 32 %.
De este modo, actualmente más de 230 mujeres, la mayoría con formación en carreras STEM (por sus siglas en inglés incluye disciplinas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), hacen parte de los equipos de desarrollo tecnológico y digital del banco. Además, en plena pandemia –entre 2019 y 2021–, las contrataciones de mujeres en estos campos crecieron más del 30 % y en lo que corresponde al total de colaboradores en el área, la presencia femenina se incrementó en 10 % para el mismo periodo.
Este es el caso de Mairanela Ramírez Salazar, quien es Tecnóloga Industrial e Ingeniera de Producción de la Universidad Distrital y trabaja desde hace ocho años en BBVA, en donde comenzó como analista técnica y hoy hace parte del equipo de ingeniería de la Mesa de Dinero con el cargo de gerente de tecnología.
“El equipo de Ingeniería me ha permitido crecer personal y profesionalmente, ya que cada proyecto es diferente y me permite interactuar con personas de diversas áreas y geografías, eso lleva a que uno esté en un aprendizaje constante y pueda potencializar sus capacidades», asegura Mairanela Ramírez.
Para la ingeniera Paula Alexandra Vargas Aguilar, gerente principal de tecnología B de la misma entidad, quien lleva cerca de 12 años como desarrolladora de software, y ha hecho parte de los equipos de riesgo tecnológico, fraude y seguridad de la información, entre otros, “en el equipo de Ingeniería de BBVA seguimos construyendo y transformando las formas de hacer cada día con un gran equipo de personas con alta sensibilidad humana y profesionalismo”, dice Paula Vargas.
Estas mujeres desde su llegada se han incorporado a las áreas de desarrollo tecnológico del banco, tradicionalmente dominadas por hombres, y algunas han liderado los equipos encargados de proyectos relevantes como ventas e inclusión digital y la implementación de canales como Net Cash, BBVA Net y Banca Móvil, productos en los que el BBVA es pionero y líder en Colombia.
Por otra parte, la Fundación Microfinanzas BBVA, que se ha convertido en una de las iniciativas filantrópicas con mayor impacto social de América Latina, desde 2007 apoya a varias entidades microfinancieras de los países de la región, entre otras, el Banco Adopem, en República Dominicana; Bancamía en Colombia; Financiera Confianza y Fusión Tres IMF, en Perú; Microserfin, en Panamá; Emprende Microfinanzas y el Fondo Esperanza, en Chile; en las que se destaca el esfuerzo y dedicación institucional por ofrecer acompañamiento, inclusión y crédito o seguro barato a comunidades rurales y urbanas en las que muchas mujeres, gran parte cabeza de hogar y de familia, trabajan con ahínco y responsabilidad para sacar adelante pequeños proyectos y emprendimientos que impulsen el desarrollo económico y social de comunidades vulnerables y, en muchos casos, de pobreza avanzada y desigualdad de género.
Durante este tiempo, las entidades de la Fundación Microfinanzas BBVA han entregado un volumen de créditos de más de USD 16.000 millones a emprendedores de bajos recursos (principalmente mujeres), creando oportunidades para que mejoren sus condiciones de vida. Así se ha convertido en una de las iniciativas filantrópicas con mayor impacto social y en el primer operador con metodología individual en la región más desigual del planeta.
Reconocimiento a las mujeres cafeteras
La agroindustria cafetera de Colombia estrena política de equidad de género, la primera para un gremio agrícola en América Latina. “Ningún otro gremio del sector agrícola cuenta con una política similar a la de la mujer caficultoras, lo que pone una vez más a los productores del grano a la vanguardia en beneficio de nuestras mujeres productoras de café”, dijo Roberto Vélez Vallejo, gerente general de la Federación Nacional de Cafeteros –FNC–.
Según los más recientes datos del Sistema de Información Cafetera (Sica), 31 % de los productores de café en Colombia son mujeres. Como fruto de una construcción colectiva, en la que las propias mujeres jugaron un rol fundamental, la FNC asegura que la “Política de equidad de género para la mujer caficultora” contribuirá a reducir las persistentes brechas entre hombres y mujeres que existen no solo en el sector cafetero, sino en el sector agrícola en general e incluso en otras esferas del país.
Su objeto formal es “contribuir al desarrollo de oportunidades para las mujeres caficultoras, mediante el cierre de brechas de género que impacten el bienestar de la familia cafetera y la productividad y competitividad del gremio”, se lee en la declaratoria promulgada por la FNC.
La política se elaboró a partir de un riguroso diagnóstico de los hogares cafeteros, tomando también en cuenta algunos de los principales avances en la materia a escala global. El diagnóstico confirmó que las mujeres trabajan más horas que los hombres si se toman en cuenta las labores domésticas (no remuneradas); que, si no tienen un trabajo formal, terminan dedicándose a estas labores (mientras que los hombres se dedican a estudiar), o que ven limitado su acceso a la educación superior.
En el marco del Día Internacional de la Mujer, la Federación Nacional de Cafeteros confirmó su liderazgo en el campo colombiano y compromiso en el sector empresarial en términos de inclusión, diversidad y equidad. “Mayor representatividad gremial, una política de equidad de género y una línea de café producido por mujeres son apenas algunos de los aportes recientes del trabajo de más de 15 años de la Federación, para cerrar brechas de género en el sector cafetero”, expresó Roberto Vélez Vallejo.
La creación del Programa Mujeres Cafeteras, el impulso de la asociatividad femenina y visibilizar el café de excelente calidad que producen para acceder a mercados de alto valor –para que así mejoren su ingreso– son otras de las muchas acciones de la institucionalidad cafetera en favor de las productoras.
Actualmente 687.824 mujeres viven en hogares cafeteros (46 % del total), y 25 % de los hogares que trabajan alrededor del grano tienen jefatura femenina. En el ámbito empresarial, la FNC, una de las organizaciones de mayor reconocimiento nacional e internacional, está comprometida con la equidad, la diversidad y la inclusión, y tiene una clara política interna que rige el actuar en estos tres aspectos.
Y como una muestra de su compromiso, este año la institución iniciará el proceso de acreditación, Sello Plata Equipares, certificación que reconoce a las organizaciones que trabajan con éxito y aplican correctamente el sistema de gestión de igualdad de género.
Menor seguridad social y estabilidad laboral
Una investigación adelantada por la economista colombiana Andrea López Rodríguez, “Evaluación de políticas pensionales para reducir la brecha de género en la etapa de retiro en Colombia”, de la Escuela de Gobierno de la Universidad de los Andes, muestra cómo la brecha entre hombres y mujeres es de un 10 %. Con lo que hay que equiparar la edad de retiro de las mujeres a la de los hombres, entre las medidas que reducirían la desigualdad.
En Colombia, a noviembre de 2021 de 7,5 millones de personas con edad para retirarse, solo el 16 % estaba recibiendo pensión. El tema es aún más preocupante cuando se revisa la brecha de género: de las personas con edad para retirarse, solo el 12,1 % de las mujeres pueden acceder a una jubilación, frente a un 22,5 % de los hombres. Una diferencia porcentual de 10,4 puntos.
En su opinión, la investigadora considera que es un tema preocupante porque evidencia que la probabilidad de que las mujeres coticen y se pensionen es mucho menor, teniendo en cuenta que la expectativa de vida de ellas es mucho más alta.
Este estudio que analizó las historias laborales de 100 personas mostraba también una desigualdad considerable cuando se revisaba el tema desde lo urbano y lo rural. De hecho, la probabilidad de que las mujeres rurales se pensionen es de 4,18 %, frente al de las mujeres que viven en zonas urbanas y donde este porcentaje es del 15, 12 %.
Las causas de esta brecha están relacionadas con la diferencia de acceso al mercado laboral, las diferencias salariales, la imposibilidad de ocupar ciertos cargos y las decisiones de las mujeres que, al dedicarse a los trabajos de cuidado (hogar y micronegocios), reducen sus aportes al sistema pensional. Además de un Estado que avanza de forma lenta a reconocer estos trabajos que alejan a las mujeres de pensionarse en igualdad de condiciones: son más las mujeres que reciben menos de dos salarios mínimos de pensión, que los hombres.
En algunos países de América Latina ya se han tomado decisiones para transformar esta realidad: En Bolivia, por ejemplo, el Estado reconoce un año de cotización por cada hijo (hasta un máximo de tres hijos), mientras que, en Brasil, las mujeres se pensionan cinco años antes que los hombres, pero el Estado asume y compensa estas cotizaciones. Las políticas en Chile bonifican a las mujeres por cada hijo y en Ecuador se reconoce que el trabajo que se hace en los hogares es un aporte a la economía del país y que quienes lo realizan deben incluirse en la cobertura de previsión social. En naciones centroamericanas, aunque la desigualdad de género se ha reducido y la fuerza laboral femenina ha aumentado, especialmente en zonas rurales periféricas de las ciudades capitales, en las actividades campesinas todavía predomina la pobreza y la desigualdad de genero es superior en cuanto a oportunidades laborales, educación y seguridad social.
Según el estudio mencionado, “se hace necesario implementar políticas públicas interinstitucionales que acompañen el ciclo de vida de la mujer desde su ingreso a la vida laboral hasta la jubilación, dado que se evidencia que las brechas que hay en la etapa de jubilación son el resultado de desventajas presentes en la vida laboral”, asegura Andrea López Rodríguez.
¿Qué pasa en Colombia? La economista López Rodríguez, magíster en Economía y Políticas Públicas, de la Universidad de los Andes, explica que hombres y mujeres deben cumplir con 1.350 semanas de cotización o cumplir la edad de retiro que en hombres es de 62 años y en mujeres de 57. Sin embargo, estos cinco años no son compensados, lo que representa que sus pensiones sean más bajas y cuenten con menos tiempo para aportar.
Mujeres víctimas de desplazamiento rural
En opinión de Andrés Castro Forero, el director general de la Unidad de Restitución de Tierras en Colombia, “las mujeres han sido las principales víctimas de la violencia en Colombia. Esposas, madres, abuelas o hermanas mayores, han sido despojadas de sus predios rurales y también desplazadas. Salieron de su propiedad con la pena de compañeros, hijos y familiares asesinados. Se fueron con una vida incierta sobre sus hombros. Y es que cuando a las mujeres se les destierra, se les derrumba su hogar, y lo más importante, su familia”.
Tantos sueños y esperanzas de mujeres campesinas colombianas, que se diseminaron por distintos puntos del país, no solo concitaron asombro y solidaridad, sino que encontraron respuesta en la Ley 1448 de 2011, que ordena atención, asistencia y reparación integral a las víctimas de la violencia en Colombia.
La tenencia de la tierra ha sido causa de dolor e injusticia y, por tanto, restituirla a quienes fueron despojados de ella de manera violenta es una verdadera apuesta de paz, por lo que la Unidad de Restitución de Tierras ha logrado en los últimos tres años que más de 5.000 mujeres hayan recuperado el legítimo derecho a la propiedad de sus predios, obteniendo, de paso, reparación integral. Esto significa que son cerca del 50 % del total de los beneficiarios en ese mismo período, pero, además, gozando de permanente acompañamiento en lo judicial, lo económico, así como lo psicológico y familiar, generando una transformación de vidas, devolviendo terrenos y apoyando el recomenzar de familias víctimas de guerras y confrontaciones ajenas.
Adicionalmente, el 36 % de los proyectos productivos son representados y liderados por mujeres, abriendo un amplio espacio a la recomposición del tejido familiar y socioeconómico. “Decididamente, desde el Estado trabajamos en la reparación integral para las mujeres y desde la Unidad de Restitución de Tierras ejecutamos el Programa Especial Para el Acceso de las Mujeres con el fin de restituirles sus predios”, indica Andrés Castro Forero, el director general de la entidad.
“El compromiso con la reparación de las víctimas es tal, que el Gobierno central impulsó y firmó la prórroga de la Ley 1.448 por 10 años más. Así podremos alcanzar la meta de restituir un poco más de cuatro millones de hectáreas de tierra despojada para 2031. Al trabajar por una reparación integral, no solo se les devuelve su predio a las mujeres, como la base de su hogar y familia, sino también los recursos y herramientas para rehacer sus vidas y su economía familiar”, agregó el directivo.
Con el Programa Especial Para el Acceso de las Mujeres la Unidad de Restitución de Tierras ha sido muy rigurosa en acompañar a las mujeres antes, durante y después de tener una sentencia por parte de jueces especializados, con toda la institucionalidad del Estado.