Por Alejandro Vargas
Alba Rodríguez
Osaka, Japón
Innovaciones como la impresión 3D de alimentos y la pulverización de ingredientes están redefiniendo el futuro de la alimentación. En la Expo 2025 de Osaka, estas tecnologías se perfilan como protagonistas de un cambio estructural en la manera de almacenar, procesar y consumir los alimentos del mañana.
El horizonte apunta hacia una alimentación más eficiente, sostenible y centrada en el consumidor. Esto significa, entre otras cosas, reducir el desperdicio, optimizar el uso de recursos y adaptar la dieta a las necesidades nutricionales de cada persona. También implica fortalecer la seguridad alimentaria y mitigar el impacto ambiental de la producción convencional de alimentos.

Los nuevos avances pueden abrir la puerta a la creación de alimentos con mayor valor nutricional, sabores personalizados y procesos de producción más responsables, sentando las bases de un modelo alimentario más resiliente ante las crisis climáticas, sanitarias o logísticas.
Impresión 3D: el filete del futuro

Una de las tecnologías más llamativas es la impresión 3D de alimentos, que utiliza ingredientes comestibles como materia prima para crear productos alimentarios con formas, diseños y perfiles nutricionales completamente personalizados. En el Pabellón de la Salud de Osaka, una impresora 3D capaz de producir carne cultivada en laboratorio muestra que, en un futuro cercano, será posible imprimir un filete desde casa, eliminando la necesidad de comprarlo en una carnicería o supermercado.
¿El proceso? Todo comienza con el cultivo de células madre animales en laboratorio. Estas se multiplican hasta generar una biomasa que luego se divide en músculo y tejido graso. Ambos componentes se introducen en cartuchos especiales como si fueran una especie de «tinta biológica», y la impresora los deposita capa por capa, replicando con sorprendente precisión la estructura fibrosa de la carne. El resultado son cortes que no solo se parecen, sino que saben y se sienten como la carne tradicional.
Las ventajas son múltiples. La carne cultivada no requiere la crianza ni el sacrificio de animales, lo que representa un salto ético considerable. Además, reduce el impacto ambiental de la ganadería intensiva y disminuye los riesgos sanitarios asociados a la producción cárnica convencional.
Sin embargo, esta tecnología aún enfrenta barreras. Los elevados costos de producción y el alto consumo energético de las impresoras actuales dificultan su expansión a gran escala. A esto se suma la necesidad de sortear desafíos regulatorios: para que la carne impresa llege al plato del consumidor, debe cumplir con estrictas normativas alimentarias y proporcionar información clara sobre sus ingredientes y proceso de elaboración.
Pero la tecnología es prometedora. Más allá del planeta, la impresión 3D de alimentos puede ser una solución para la alimentación en el espacio. Gracias a la tinta alimentaria hecha con ingredientes en polvo, es posible imprimir alimentos incluso en condiciones de gravedad cero. Lo que parece una curiosidad futurista, mañana podría ser una herramienta clave para alimentar el mundo —o más allá.
Ingredientes congelados y pulverizados

En la Feria Mundial, el pabellón de Earth Marth invita a repensar nuestra relación con la comida desde una óptica tan pragmática como filosófica. Desarrollado por el escritor japonés Kundo Koyama, el espacio toma su nombre de la idea de que la Tierra, como un gran «mercado» viviente, alimenta a todas las especies que la habitan. En este escenario, la innovación no es solo una promesa tecnológica, sino una herramienta vital para enfrentar los desafíos globales.
El pabellón se estructura en dos zonas principales. Una de ellas, el llamado «Mercado de la vida», presenta soluciones que podrían redefinir el modo en que producimos, distribuimos y consumimos alimentos.
Una de las más prometedoras es la técnica de pulverización de ingredientes congelados, que se perfila como una alternativa eficaz frente a problemas como el desperdicio de alimentos, la crisis climática y la distribución desigual de recursos.
La idea es sencilla, pero con un gran potencial: congelar alimentos e ingredientes de todo tipo y reducirlos a polvo, preservando su valor nutricional, prologando su vida útil y multiplicando sus aplicaciones.

Esta forma de conservación permite reutilizar ingredientes como base para alimentos humanos o para animales, y facilita su transporte, almacenamiento y preparación, incluso en entornos extremos o con recursos limitados.
Ejemplos concretos abundan. El pollo, una de las proteínas más consumidas a nivel mundial, puede aprovecharse en su totalidad al ser transformado en polvo, extendiendo su versatilidad en la cocina. Las espinacas pulverizadas mantienen su sabor y nutrientes, lo que las convierte en ingredientes ideales para bebidas funcionales o recetas cotidianas. Incluso el banano, cuya cáscara representa una gran parte del residuo alimentario, puede pulverizarse junto con la pulpa para crear un polvo con nuevas aplicaciones alimentarias, cerrando así el ciclo del desperdicio.
Arroz regenerado

Otra innovación presentada en el pabellón Earth Marth es el arroz regenerado, una alternativa al grano tradicional fabricada a partir de ingredientes reciclados, subproductos alimentarios o harinas vegetales. Mediante técnicas como la pulverización de ingredientes y el moldeado con harinas vegetales, se crean granos con apariencia, textura y sabor similar al arroz, pero con un perfil más sostenible y funcional.
Este arroz del futuro no solo apunta a reducir el impacto ambiental de su cultivo, sino también a enriquecer la dieta con nutrientes específicos, personalizables según las necesidades particulares de cada población o individuo. La combinación de estos desarrollos tecnológicos nos invita a imaginar un sistema alimentario más inteligente y circular, donde el residuo se convierte en recurso, y donde cada alimento, incluso en forma de polvo, conserva su capacidad de nutrir y de conectar con la vida.
Tradición y tecnología

El pabellón de Earth Marth no solo mira al futuro con ingredientes pulverizados y alimentos regenerados, sino que también explora cómo la tecnología puede preservar y proyectar las tradiciones culinarias. En una de sus propuestas más sorprendentes, se presenta una cocina inteligente capaz de memorizar y reproducir sabores mediante la digitalización del proceso de cocción.
Esta innovación, que convierte el gusto en datos, permite registrar recetas, compartirlas globalmente y recrearlas en cualquier lugar del mundo. En esencia, se trata de capturar la esencia de un plato culinario (temperaturas, tiempos, secuencias, ingredientes) para convertirlo en un código gastronómico universal. Así, se crea una herramienta que conecta culturas culinarias, preserva el patrimonio gastronómico y democratiza el acceso a experiencias sensoriales únicas.

Pero el diálogo entre tradición y tecnología no termina ahí. Otro de los espacios del pabellón imagina un prototipo de restaurante de sushi que combina técnicas ancestrales con prácticas de producción modernas. El pescado proviene de piscifactorías sostenibles, donde se implementan controles tecnológicos para asegurar calidad, trazabilidad y un bajo impacto ambiental.
El toque humano, sin embargo, sigue siendo esencial: los chefs continúan aplicando sus habilidades artesanales para mantener viva la tradición del sushi japonés. Esta fusión entre innovación y saber tradicional plantea un modelo de cocina en el que lo ancestral y lo digital no compiten, sino que se complementan. Un sistema donde la sostenibilidad no sacrifica el sabor, y donde la tecnología actúa como un puente entre el pasado y el futuro.
Colaboración periodística:

Alejandro Vargas
Osaka, Japón
Fotografía:
Alba Rodríguez














