Cuando todos los modelos de desarrollo parecen apuntar a la innovación y a la creación de nuevas tecnologías para el agro, hay quienes creen que el futuro está en el uso eficiente y responsable de los recursos naturales, la agroecología. ¿El camino a la competitividad es volver a creer en los saberes ancestrales?
Dos cosas son primordiales para los empresarios del agro: productividad y rentabilidad.
En ese escenario y si miramos los modelos internacionales de Estados Unidos y los países europeos parte del camino para lograr estos dos objetivos es la optimización del uso de los recursos naturales, mano de obra y control eficaz de plagas y enfermedades con el uso de tecnología de punta. Sin embargo, después de pasar algunas semanas conociendo las prácticas agronómicas (agroecología) de comunidades indígenas en India, puedo exponer algunos argumentos por los que los regresos a modelos de agroecología sostenible pueden llegar a ser más exitosos para la agricultura campesina y familiar. Lo primero, las decisiones de siembra, fundamentales para la reducción de costos y la aplicación de fertilizantes químicos.
Cada vez más las políticas internacionales alrededor del desarrollo rural integral le están apuntando a estrategias sostenibles y la preservación de la agricultura familiar. En países como Colombia, este modelo sigue siendo predominante, pero con una diferencia. Los denominados ‘pequeños agricultores’ o ‘microempresarios del campo’ están apuntándole a diferentes mecanismos para expandirse, jugar un rol determinante en los mercados y aumentar el ingreso. Pero ¿necesariamente el camino para los pequeños es una carrera para convertirse en grandes proveedores del mercado?
En comunidades indígenas como los Kondh, que se encuentran ubicados en el estado de Odisha, sureste de India, la principal estrategia es la diversificación de cultivos. Durante décadas, se han resistido a la presión comercial de los monocultivos, siguiendo lo que investigadores colombianos denominan su “racionalidad ambiental y productiva”. Para ellos, la productividad y fertilidad del suelo solo se consigue gracias a las sinergias que diferentes tipos y variedades de legumbres, verduras y cereales generan en un solo cultivo. Sorpresivamente, los agricultores de esta comunidad pueden tener entre 20 y 70 diferentes tipos de cultivos en menos de la mitad de una sola hectárea haciendo un uso eficiente del suelo y del terreno. Utilizan solo cuatro años un terreno y se mueven a otro, para evitar el desgaste y la pérdida de nutrientes.
La ventaja es que, en el caso de alimentos fundamentales para la nutrición humana y la soberanía alimentaria como el mijo, tienen cosecha permanente durante todo el año, ya que cultivan variedades de corta, media y larga duración. Algo que también resulta beneficioso para enfrentar fenómenos como el cambio climático, dado que las diferentes variedades de cultivo pueden proteger a los otros, si se hace la combinación correcta en el terreno. Por ejemplo, las plantas de leguminosa pueden ser muy beneficiosas al ser importantes fuentes de nitrógeno para otros cultivos de rotación corta. Lo importante es encontrar los cultivos que tengan mejor asociatividad de acuerdo con las condiciones climáticas y al terreno.
Colaboración de Katherin Alfonso. Agroperiodista colombiana, máster en agricultura y desarrollo rural, UEA, UK.